martes, 10 de junio de 2008

lunes, 9 de junio de 2008

Manual del histérico (por Snow White)

- Si le gustás a alguien, todo lo que hagas te va a hacer quedar como un histérico/a, salvo que:

a)    Le digas en la cara, “ No va a pasar nada nunca. Olvidate de mi”

b)    Le des

- El buen histérico/a se maneja como caballo de Ajedrez: Dos pasos adelante, uno al costado. Dos atrás, uno adelante. Dos al costado, uno atrás, etc. Confunde, avanza, desaparece, vuelve a avanzar, se tira para atrás, etc.

- “ La ausencia genera deseo” ( Un buen histérico lo sabe y juega con eso.)

- Mejor ser el histérico a ser histeriqueado. Mejor ser histeriqueado a ser ignorado.

- " La seguridad genera interés" ( un buen histérico se muestra seguro, hasta cuando no lo esta.)

- El método del histérico/a sirve únicamente para lograr objetivos a largo plazo. Cuando se buscan resultados inmediatos la histeria es contraproducente.

- El buen histérico/a sabe dejar una conversación en el momento más interesante. (Así logra expectativa para una próxima charla.)

- El histérico/a por deporte, lo es inclusive con la gente que no le interesa .Lograr interés en los demás es su alimento.

- El trabajo del histérico/a se vuelve mucho mas simple y relajado en el momento en que detecta un mínimo de atención en la víctima.

- Cuando el histérico/a se enamora pierde el don en su totalidad.  

  No se maneja como si fuese El Caballo, del Ajedrez.

  No genera deseo con su ausencia.

  No se muestra seguro.

  No puede dejar la conversación en un buen momento.

miércoles, 4 de junio de 2008

domingo, 1 de junio de 2008

s/t (por Snow White)

Todos los días, o día por medio, voy al kiosco de al lado y  compro puchos de marca x, porque son los más económicos dentro de lo fumable. Hoy, hace un rato fui al kiosco de Jorge  , el de al lado, ese; saqué algunas fotocopias y como tenia un poco más de plata, me quise dar un lujo y casi sin pensarlo en vez de la marca de siempre pedí otros, los que me gustan a mí, que son un poco mas caros, y Jorge automaticamente me dio un atado de los mismos de siempre. Pagué y me los traje igual. Podría haberle dicho que quería los otros, pero no lo hice, quizás para no romper el automatismo.

La próxima vez que vaya voy a poder decirle, como siempre quise "Jorge, dame lo de siempre".

jueves, 29 de mayo de 2008

miércoles, 14 de mayo de 2008

jueves, 8 de mayo de 2008

Descripción de un lugar (por Snow White)

Una fiesta en el jardín, con bichitos de luz y vaquitas de san Antonio formando guirnaldas en las paredes,  buscando acontecimientos entre la música de los grillos y el movimientos acelerado de las  inmensas nubes blancas contrastando con el azul oscuro y espacial del cielo. 

Era lo de siempre, una fusión entre colores pasteles y budín de coco. Flores en el mantel, y Celina que se consumía con cada palabra y eliminaba toda su toxicidad.  Dispersa plenitud en el pasto, y  los árboles que miraban desde lejos, desde arriba, desde el costado, desde todos lados a mas no poder recaudando el esplendor de cada segundo hecho descanso y alivio.

viernes, 2 de mayo de 2008

Perfume de Vainilla (por Snow White)

Odio el invierno, odio que haga tanto frío que la gente ni siquiera pase por mi pasillo...
Las pelusas se acomodan entre los estantes de arriba y la latita de sopa Quick me mira con arrogancia (ella sabe que la van a llevar antes que a mi). Una señora gorda me mira y sigue de largo; un nene me agarra y me toca, pero me vuelve a dejar... ¿Estaré vencido?¿Habré pasado de moda?¿Seré demasiado feo?¿No valgo lo que dice el código de barras que tengo pegado en la espalda?.
Hace ya unas semanas que estoy acá y creo que me gusta la botellita rosa de la góndola de enfrente, podría invitarla a dar unas vueltas en changuito o a la fiesta que hace días planean los del sector de perfumería. Tengo miedo de que me rechace, al fin y al cabo, ella es un lácteo y yo no. Es difícil la vida en el supermercado: trabajamos casi quince horas diarias, siempre mostrando nuestro mejor perfil, no podemos sentarnos ni fumar un cigarrillo, tampoco podemos abrigarnos aunque la heladera esté a 10º bajo cero; nos llevan, nos dejan, nos traen, nos tiran. A los que tienen más suerte los adopta una familia, pero los que nos quedamos acá sabemos que mañana va a ser igual.
Cuando las puertas se cierran, ya caída la noche, todo en las góndolas se transforma. Los primeros que se mueven son los del sector de limpieza; la escoba barre los pasillos, el trapo saca a bailar a la esponja, la aspiradora se encarga de la percusión. Después nos vamos sumando de a poco, los fiambres, las golosinas, los vinos y por último, los artículos de farmacia (se creen que por ser medicamentos tienen que conservar la seriedad, pero siempre termina algún ibupirac bailando arriba de la caja registradora).
Ayer a la noche fue la fiesta de los de perfumería. En la entrada uno elegía que perfume quería ponerse entonces todos olimos bien, yo pedí uno de vainilla porque supuse que a ella le iba a gustar. Bailé todas y cada una de las canciones hasta que la pajita que me cuelga de la panza me pidió que me tomase un descanso. Me senté en el estante de los yogures bebibles y sin darme cuenta ella se sentó a mi lado. Me preguntó cómo la estaba pasando y si me gustaba estar ahí, como yo había tomado mucho vino durante la noche, le conté todos mis temores. Tenía miedo de que nadie me quiera y terminar tirado en uno de esos tachos grandes dónde van a parar los que hace meses que llegaron. Ella me dijo que si quería podíamos escapar así no corría riesgo de sufrir. Me enojé. Le dije que no necesitaba que nadie me ayude, que yo tenía un lindo color naranja y que alguien me iba a querer. Ella se puso más rosa de lo que normalmente es y se fue a esconder detrás de los otros yogures. Pasaron los días y ella no salía de atrás.
Hasta que una noche escuché decir a la persona encargada de la basura que al otro día tenían que ocuparse de los yogures vencidos. El miedo me invadió esa noche, sentía como la pulpa me revolvía el estómago, tenía que hacer algo.
Durante la mañana me acerqué a su estante y la busqué entre las botellitas, tardé bastante en encontrarla. Su etiqueta estaba a medio salir y su pico lleno de polvo. Le pedí que se escapara conmigo, que lo había pensado mejor. Y ella me respondió que también había escuchado hablar al señor de la basura y que no se iba a escapar. Me dijo "si no quisiste escaparte conmigo cuando pudimos vivir, no te escapes conmigo porque puedo morir".
En ese mismo instante una mano se la llevó y no la vi más.


Pinky


39 y medio (por Eleanor Gisby)

Escuché que vino a verme varias veces, que me miraba adorando cada uno de mis detalles, que me agarraba con sus dedos largos, sintiendo cada curva, cada pliegue, como estudiándome. Escuché que fue ese día cualquiera, uno de esos días que salís de tu casa sin esperar que nada pase, pensas en ir a donde a vas siempre: doblas en la esquina, cerras tu tapado y finalmente corres ese pelo mientras te reflejas en la vidriera. Bajas la mirada, me ves, bueno, nos ves y te enamoras, como escuchamos, por enésima vez pero como si fuera la primera.
Solo un par de días después oficializamos el romance. Hiciste el mismo recorrido, pero ahora, apretando la cartera con tu antebrazo. Abriste la puerta y saludaste, ahí fue cuando empezamos nuestro viaje.
La oscuridad fue total por unas horas, pero dimos una bocanada de aire y aguantamos el ajetreo. Al verte nuevamente todo volvió a tener color, incluso nosotros, fue entonces que perdimos el susto. Agarraste la caja y lo sacaste a él, después a mi y extrañados por el nuevo contexto, te hiciste una en nosotros. Nos mostraste el lugar y hablaste de cómo nos ibas a enseñar el mundo. Nos acostumbramos a vos, nos estiramos, nos deformamos y volvimos a formar. ¡Vaya encuentro!
Nuestra cita oficial número uno tuvo lugar un viernes. Muy moderna nos pasaste a buscar sin tocar la puerta, agarraste con cuidado las extremidades de los cuerpos en ese momento a estrenar. Combinados a la perfección nos encontramos con la noche tan cálida, tan clara. Charlaste de nosotros, de cómo nos viste, de cómo nos encontraste irresistibles.
Pasó un mes y cada uno de sus viernes venías por nosotros, cumplíamos el ritual de reflejarnos a tu lado y salíamos por diferentes caminos en busca de nuevos recorridos. Nos presentaste a mucha gente, todos distintos, más o menos interesantes, pero distintos al fin.
Fue en ese tiempo donde vivimos el esplendor de la relación porque ya pasadas unas seis semanas más, los encuentros empezaron a ser mas furtivos. De todas formas, debo admitir que el hecho crucial, lo que marcó la ruptura de la relación, fue el resbalón y caída donde me lastime para siempre. La sufrimos los tres: mi compañero por no verte más, yo por el dolor y vos por tener que ir al mismo lugar donde nos conociste .
Escuché a través de las paredes del armario que te enamoraste de nuevo. Escuché que son lindos, que son simpáticos, otro tipo de romance supongo. Mientras tanto, él y yo, estamos esperando que quieras posar tus pies en nuestras hormas nuevamente y mostrarnos todo aquello que prometiste y todavía no vimos.

Las negras










miércoles, 30 de abril de 2008

Cinco metros y cuenta nueva (por Eleanor Gisby)

Terrible caída. Todavía de espaldas, Clara pensó que no sería la última y definitivamente no la primera. Se sentó en el pasto y ató los cordones de aquellas zapatillas que ya no la mantenían sobre la tierra.

Le contaron que en la sala de partos, donde se pintó de rosa su desafortunada suerte, salió disparada cual bala de cañón provocando un par de despidos entre médicos y enfermeras. Terrible escándalo logró armar su padre en la comisión del renombrado sanatorio, desde chiquito se había hecho conocido por su fiero carácter. Pero éste no sabía realmente, que todos aquellos que habían sido señalados como culpables, no lo eran. En primer plano apareció entonces, Clara.
Esa beba risueña fue famosa desde que se contaminó con la luz del mundo, su nacimiento aparece hasta el día de hoy en ese libro exageradamente gordo, completo de extrañas historias, personajes y records inigualables: “primer nato capaz de saltar 5 metros”. ¡Vaya orgullo el de la abuela!
Pobre Clara, ese día marcó su vida para siempre, convirtiendo cada acción en literales disparadores de su propio cuerpo. Y claro, aprendió a saltar antes que a caminar, salía volando cual pájaro en cada oportunidad, se despegaba del suelo como queriendo escapar a algún lugar lejano.
Su infancia pasó poco inadvertida, atada a los árboles del patiecito de atrás con largas y a veces cortas sogas que la mantenían con los pies en la tierra, pero nunca faltaba momento para jugar a superman y atravesar volando la venta del segundo piso de flores, para llegar en un santiamén al baño más cercano.
Y es que era casi imposible manejar su cuerpo, era un trampolín viviente. En las piletas del barrio era solamente invitada para que hiciera su show de caídas libres que con suerte terminaban dentro del agua. No tenía muchas amigas, nadie quería andar con alguien como ella, alguien que a lo largo de cinco cuadras tropezaba unas tantas veces y se perdía allá adelante sin
rumbo.
Pobre Clara, siempre infeliz, siempre saltando, tan quietecita que se quería quedar pero le resultaba imposible.
A los quince su problema logró ser atenuado de alguna manera. Sus padres en vez de hacerle la bendita fiesta con bombos y platillos, y ya cansados de poner redes en cada rincón del lote, optaron por mandarle a hacer unas megas zapatillas de plomo que la mantenían sujeta al suelo, como si la gravedad ya no fuera suficiente.
Se cambió de colegio, de barrio, de no amigos y empezó de nuevo. ¡Buena onda esas zapatillas! Podía caminar, bailar, tener novios, olvidarse de los moretones y los yesos, podía tirar las sogas y usar las escaleras, podía ser normal, completamente normal, aunque ese no fuera su destino.

Se levantó ya de a poco, respiró profundo y se perdió entre los colores de la enorme carpa, allí donde era entendida, donde tenía importancia e invitaba al asombro, allí donde eligió ser bala e ir volando a través del mundo.

Collage de un balcón




Condimentos





Papel Asesino