Escuché que vino a verme varias veces, que me miraba adorando cada uno de mis detalles, que me agarraba con sus dedos largos, sintiendo cada curva, cada pliegue, como estudiándome. Escuché que fue ese día cualquiera, uno de esos días que salís de tu casa sin esperar que nada pase, pensas en ir a donde a vas siempre: doblas en la esquina, cerras tu tapado y finalmente corres ese pelo mientras te reflejas en la vidriera. Bajas la mirada, me ves, bueno, nos ves y te enamoras, como escuchamos, por enésima vez pero como si fuera la primera.
Solo un par de días después oficializamos el romance. Hiciste el mismo recorrido, pero ahora, apretando la cartera con tu antebrazo. Abriste la puerta y saludaste, ahí fue cuando empezamos nuestro viaje.
La oscuridad fue total por unas horas, pero dimos una bocanada de aire y aguantamos el ajetreo. Al verte nuevamente todo volvió a tener color, incluso nosotros, fue entonces que perdimos el susto. Agarraste la caja y lo sacaste a él, después a mi y extrañados por el nuevo contexto, te hiciste una en nosotros. Nos mostraste el lugar y hablaste de cómo nos ibas a enseñar el mundo. Nos acostumbramos a vos, nos estiramos, nos deformamos y volvimos a formar. ¡Vaya encuentro!
Nuestra cita oficial número uno tuvo lugar un viernes. Muy moderna nos pasaste a buscar sin tocar la puerta, agarraste con cuidado las extremidades de los cuerpos en ese momento a estrenar. Combinados a la perfección nos encontramos con la noche tan cálida, tan clara. Charlaste de nosotros, de cómo nos viste, de cómo nos encontraste irresistibles.
Pasó un mes y cada uno de sus viernes venías por nosotros, cumplíamos el ritual de reflejarnos a tu lado y salíamos por diferentes caminos en busca de nuevos recorridos. Nos presentaste a mucha gente, todos distintos, más o menos interesantes, pero distintos al fin.
Fue en ese tiempo donde vivimos el esplendor de la relación porque ya pasadas unas seis semanas más, los encuentros empezaron a ser mas furtivos. De todas formas, debo admitir que el hecho crucial, lo que marcó la ruptura de la relación, fue el resbalón y caída donde me lastime para siempre. La sufrimos los tres: mi compañero por no verte más, yo por el dolor y vos por tener que ir al mismo lugar donde nos conociste .
Escuché a través de las paredes del armario que te enamoraste de nuevo. Escuché que son lindos, que son simpáticos, otro tipo de romance supongo. Mientras tanto, él y yo, estamos esperando que quieras posar tus pies en nuestras hormas nuevamente y mostrarnos todo aquello que prometiste y todavía no vimos.
Solo un par de días después oficializamos el romance. Hiciste el mismo recorrido, pero ahora, apretando la cartera con tu antebrazo. Abriste la puerta y saludaste, ahí fue cuando empezamos nuestro viaje.
La oscuridad fue total por unas horas, pero dimos una bocanada de aire y aguantamos el ajetreo. Al verte nuevamente todo volvió a tener color, incluso nosotros, fue entonces que perdimos el susto. Agarraste la caja y lo sacaste a él, después a mi y extrañados por el nuevo contexto, te hiciste una en nosotros. Nos mostraste el lugar y hablaste de cómo nos ibas a enseñar el mundo. Nos acostumbramos a vos, nos estiramos, nos deformamos y volvimos a formar. ¡Vaya encuentro!
Nuestra cita oficial número uno tuvo lugar un viernes. Muy moderna nos pasaste a buscar sin tocar la puerta, agarraste con cuidado las extremidades de los cuerpos en ese momento a estrenar. Combinados a la perfección nos encontramos con la noche tan cálida, tan clara. Charlaste de nosotros, de cómo nos viste, de cómo nos encontraste irresistibles.
Pasó un mes y cada uno de sus viernes venías por nosotros, cumplíamos el ritual de reflejarnos a tu lado y salíamos por diferentes caminos en busca de nuevos recorridos. Nos presentaste a mucha gente, todos distintos, más o menos interesantes, pero distintos al fin.
Fue en ese tiempo donde vivimos el esplendor de la relación porque ya pasadas unas seis semanas más, los encuentros empezaron a ser mas furtivos. De todas formas, debo admitir que el hecho crucial, lo que marcó la ruptura de la relación, fue el resbalón y caída donde me lastime para siempre. La sufrimos los tres: mi compañero por no verte más, yo por el dolor y vos por tener que ir al mismo lugar donde nos conociste .
Escuché a través de las paredes del armario que te enamoraste de nuevo. Escuché que son lindos, que son simpáticos, otro tipo de romance supongo. Mientras tanto, él y yo, estamos esperando que quieras posar tus pies en nuestras hormas nuevamente y mostrarnos todo aquello que prometiste y todavía no vimos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario