Una fiesta en el jardín, con bichitos de luz y vaquitas de san Antonio formando guirnaldas en las paredes, buscando acontecimientos entre la música de los grillos y el movimientos acelerado de las inmensas nubes blancas contrastando con el azul oscuro y espacial del cielo.
Era lo de siempre, una fusión entre colores pasteles y budín de coco. Flores en el mantel, y Celina que se consumía con cada palabra y eliminaba toda su toxicidad. Dispersa plenitud en el pasto, y los árboles que miraban desde lejos, desde arriba, desde el costado, desde todos lados a mas no poder recaudando el esplendor de cada segundo hecho descanso y alivio.
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